Patatas,
Nunca hemos sido demasiado sofisticados a la hora de seleccionar la patata adecuada. Para freírlas bastón, paja o suflé, para hacerlas torneadas al vapor, para hacer un ordinario puré de patatas o un marmitako valían todas. Solo se salvan de esta costumbre los celtas con sus cachelos y los canarios, que elegían bien el tipo de patata para sus papas arrugas.
Los años 50 (malos años aquellos) mis 7 siete hermanos y yo nos quitábamos el hambre con patatas, muy buenas eso si, y hortalizas, gracias a Dios y al caserío que trabajábamos entre todos. Cuando hubo excedentes y no se consumían todas ni se vendían, se almacenaban en el gambarote y posteriormente se utilizaban para la nueva siembra y también se consumían en forma de puerros con patatas (purrusalda) Así se disimulaba la añejidad o vejez. Las conozco esas patatas, se de memoria su aspecto exterior, su olor y sus putrefactas manchas internas. Se parecen bastante a las que los “homeless” buscan en los cubos de basura de los grandes almacenes, claro que los homeless adquieren estos productos a costo cero. En estos momentos al comprar las patatas en las grandes superficies nos convertimos todos en personas que rebuscan entre los cubos de basura, pero pagando, y parece que hayamos perdido nuestra dignidad.
Señores, resulta que los alemanes, franceses y otros europeos, ya no se conforman con desacreditar a nuestros hortelanos productores de pepinos, si no que las patatas españolas que han recorrido todos los países europeos vuelven ya añejas a España a precio de orillo y las grandes superficies, sin ningún tipo de rubor, nos venden estas patatas viejas.
¿Que pasa, que en España ya nadie controla nada, o que somos aficionados a rebuscar entre los cubos de basura?
